En la batalla
Cada uno nace en un contexto, con unas circunstancias específicas.
Aprendemos, crecemos, maduramos… A veces hay cosas que no nos gustan, incluso que nos hacen sufrir. Tal vez perduren a lo largo del tiempo y dé la sensación de que nunca se equilibran…
Además de sufrir, mientras dura, uno mismo se hace preguntas ¿qué puedo aprender de esta situación? ¿me corresponde vivirlo? ¿tal vez separarme de ese embrollo? Observar, decidir…
En medio del tumulto, observar… buscando asideros como puntos de luz que nos permitan encontrar referencias de lo que está acontenciendo… Manantiales de los que brota Paz, en alguna medida, en el meollo de la batalla…
Aceptación de la situación actual, siempre como punto de partida. Compasión, primero con uno mismo y -cuando el amor personal está restaurado- extender acto seguido la compasión a los protagonistas de la batalla… Compasión, comprensión de los distintos roles guerreros que embisten en la contienda… Expansión en la comunicación personal, reafirmando la visión propia… Y tal vez la esperanza de encontrar un eco de amor bajo los yelmos que te enfrentan y empuñan violencia en el campo yermo de dolor y furia.
Y la conciencia tranquila, el alma apaciguado, dentro de la polvareda… para seguir observando, ganando presencia y esa paz interior que, cuando surge, simplemente explota y se expande sin mostrarse como una bocanada de aire fresco que va serenando a los guerreros, protagonistas impasibles, encadenados a un dolor que nadie merece…
Observando la vida desde una nueva perspectiva en el camino de la plenitud interior, tan sólo eso.
© Roberto Sastre Quintano.
Madrid, 27/03/2019.