Isabel
Flotar, dejarse llevar, mirar, sonreír,… seguir sintiendo…
Quietud, suaves movimientos…
Apareciste por sorpresa, apoyando tu espalda contra la mía, contorneando tus movimientos, sincronizando los míos pausadamente con los tuyos…
Belleza proyectada, sutiles movimientos.
Sudorosos, entremezclando caricias, sudores, pelos alborotados, olores únicos. Te reconozco.
Jugar con los dedos, entrelazando nuestras manos, surcando de caminos pintados con las uñas, despacio,…
Mesar tus cabellos, palpar tu rostro, abrazar tu cintura en un baile recíproco, descansar nuestras cabezas sobre hombros compartidos, besos de ternura, de respeto, intuición… De ojos cerrados, de sentir pleno, de dejar volar en el pensamiento mis labios hacia los tuyos en un anhelo de unión, de Unidad, como si el tiempo ya no existiera, como si tus brazos y los míos nos cobijaran en un arrullo que acuna y enternece sin horas, sin nada más… Nos acunamos mutuamente, eterno regalo.
Bailar, pegados al momento, a ese instante de gloria, regalo de vida.
Desencajado tu rostro por poder comunicar, por el desgaste de la danza resurgente. Al final, tu sonrisa hablaba por ti misma, compuesto tu rostro después de nuestra Danza, Vital, bonito momento, eterno regalo…
Apareciste, simplemente. Namasté.
© Roberto Sastre Quintano.
Madrid, 24/09/2017