Cuento: PAR o IMPAR (Inspiraciones en Rumi)
En una ciudad, hubo una vez dos teatros, en dos plazas, separadas por un sendero de luz, pero velado y oculto por el pensamiento mundano. Digamos, una calle cualquiera.
El Teatro PAR, sólo aceptaba artistas conformistas, satisfechos con un modelo social que siempre amparaban y arropaban con sus creaciones artísticas. Nunca inconformistas, desestabilizadores y peligrosos perros rabiosos, para el sistema que protegían y alentaban. Pues, no eran bienvenidos.
El Teatro IMPAR, sólo aceptaba artistas inconformistas, insatisfechos con el modelo social vigente, y que no paraban de intentar derrumbar todo lo que hacían quienes no pensaban como ellos. Los demás, considerados como parásitos, eran seres a quienes había que quitar del mapa o bien que se integraran en su bando para ser aceptados. Esos, eran “los enemigos”.
Un buen día, el maestro Rumi quiso regalar humildemente el alma de su poesía en esa ciudad, con un espíritu inocente que sólo busca entregarse en los ojos cálidos de aquellos corazones angustiados, en los ojos tristes de corazones alegres.
Llamó a la puerta del Teatro PAR, mas no le aceptaron al no conocer el modelo social en el que vivía la ciudad.
Llamó a la puerta del Teatro IMPAR, donde tampoco le abrieron las puertas por no querer atacar el modelo social en el que moría -según ellos- la ciudad.
Así, no pudo entregar su mensaje, mas que en una calle cualquiera, donde ya no había teatros, sólo luz. En una calle cualquiera, alejada del pensamiento mundano, por la que transitaban seres humanos, donde nadie tenía en mente la existencia de teatros, sólo caminaban, naturalmente, para llegar hasta su destino. Primero una pierna, luego la otra y así los pasos se convertían en un caminar, par e impar, impar y par. Siempre, alejados de los teatros. Antinaturales, desde el principio, por el propio planteamiento mental.
Y Rumi partió, como había llegado. Caminando… En silencio.
Roberto Sastre Quintano
Madrid, 05/10/2016.